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Emociones y alimentación, ¿cómo se relacionan?

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Una joven llora a moco tendido, desesperada tras una ruptura amorosa. Busca consuelo en una gran tarrina de helado o en una caja de Dunkin Donuts mientras de fondo se oyen las melodías de “All By Myself” de Céline Dion o “Bleeding Love” de Leona Lewis. Nos suena esta escena, ¿verdad? Y es que existen determinados tipos de emociones que, de manera inmediata, asociamos a alimentos muy concretos. Entonces, ¿cómo se relacionan nuestras emociones y la alimentación?

Existe un término acuñado entre los expertos en psicología y nutrición, denominado “alimentación emocional”. Esta expresión hace referencia al uso de la alimentación que nosotros mismos realizamos para reconfortarnos. Es un hecho conocido que en momentos de estrés y ansiedad, la gente se divide en aquellos que comen más y aquellos que comen menos.

La nutricionista Laura Thomas centra parte de las sesiones con sus clientes en descifrar qué propósito tiene la comida en sus vidas diarias. Con ello puede identificar cuáles son las necesidades que no están siendo satisfechas y que, por lo tanto, están siendo reemplazadas por el hábito de comer.

¿Por qué perdemos el apetito?

Harvard Health ha realizado varios estudios acerca del efecto que el estrés puede tener en nuestra salud física y emocional. Cuando estamos sometidos a constantes situaciones de tensión, nuestro organismo aumenta la producción de la hormona epinefrina (comúnmente conocida como adrenalina).

El sistema nervioso envía mensajes a las glándulas adrenales localizadas encima de los riñones para aumentar la producción de esta hormona que ayuda a disparar una respuesta de atención/alerta en nuestro cuerpo. Por ello, la necesidad de comer queda pausada temporalmente.

Pero tras un periodo de tiempo relativo, las mismas glándulas adrenales vuelven a activar su funcionamiento liberando ahora la hormona del estrés llamada cortisol. Esta, por el contrario, suele mantenerse en balances elevados durante un tiempo más prolongado, potenciando el apetito. ¿Qué sucede entonces? Se inicia el ciclo de ansiedad, comer y repetir.

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Cambio de hábitos

Por ello, Thomas recomienda reajustar de manera consciente nuestros hábitos de alimentación, así como también la percepción que tenemos de la comida. Su punto es el de aprender de la autocompasión. Prestar atención a las sensaciones que se agitan en el interior de nuestro cuerpo y nuestra mente e intentar hallar un equilibrio.

La forma en la que nos alimentamos en un momento determinado es un reflejo de todo aquello que nos manca. Quizás la respuesta se encuentre en distinguir si lo que estamos alimentando es nuestro estómago o el desasosiego de nuestra alma.

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