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¿Qué es el apego y por qué es tan importante?

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El apego condiciona nuestra manera de relacionarnos desde pequeños y afecta a nuestras relaciones interpersonales. Maria del Carme Banús i Villarroya, coach y matchmaker, nos explica cómo se forma el apego y los diferentes tipos que hay.

Texto por Maria del Carme Banús, fundadora y directora de SamSara Matchmaking.

El apego es un vínculo afectivo que nace entre la madre (o cuidador/es principal/es) y el bebé en sus primeros momentos de vida, con el propósito de satisfacer las necesidades primarias de cuidado del recién nacido.

El tipo de vínculo que se establezca determinará que el niño o la niña pueda tener un desarrollo psicológico y social adecuado. Este se verá reflejado más adelante en su adultez, en aspectos tales como la gestión emocional, la personalidad, la autoestima y la elección de la futura pareja.

¿Cómo se forma el apego?

El apego se desarrolla durante los dos primeros años de vida y depende de cómo los padres cuidan a sus hijos y conectan con ellos durante la infancia: cómo solucionan sus problemas o dolencias y cómo van enseñándoles, poco a poco, a gestionar distintas situaciones que se presentarán en el transcurso de la vida.

Durante el primer año de vida aparece el miedo a las personas y a los ambientes desconocidos. El apego proporciona seguridad en estas situaciones no familiares, que pueden ser percibidas como una amenaza potencial. Si el vínculo formado es seguro, en estos primeros estadios el niño podrá desarrollarse con su entorno y con las personas que le rodean de forma sana, ya que tendrá la tranquilidad de que su figura cuidadora le protegerá. En cambio, si no existe un apego adecuado, los miedos se apoderarán del niño e influirán negativamente en su desarrollo.

En los primeros años de vida se forman los cimientos emocionales: lo que vemos en casa es lo que para nosotros es “normal” y dicha información se almacena en nuestro cerebro. Cuando encuentras a una persona con la que puedes reproducir tu niñez, te sientes cómodo porque es lo que te acostumbraste a vivir.  

Estilos de apego

Según el psicólogo John Bowlby, quien estudió los vínculos formados entre el cuidador o cuidadora y el niño o niña y los impactos en su futura salud mental, existen 4 estilos de apego.

Estilo seguro

Es el apego “sano”. El niño o la niña se siente querido y aceptado, sabe que su cuidador no le va a fallar y va a tener su apoyo incondicional. Supone que el cuidador tenga una gran implicación en todas sus necesidades físicas y emocionales. Estos niños interactúan confiados con su entorno, se relacionan de forma íntima con los otros y pueden llevar una vida adulta plena formando vínculos afectivos y relaciones sanas con los seres significativos.

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Estilo evitativo

El niño o la niña ha aprendido que no puede contar con su cuidador, por lo que responde con un distanciamiento hacia él. Se refleja claramente cuando se separa del cuidador, ya que reacciona con total indiferencia. Esto sucede porque ha habido poca implicación en su cuidado o no se ha sabido transmitir adecuadamente el sentimiento de seguridad que necesita. Estos niños crecen con falta de autoestima y con dificultades para expresar los sentimientos propios o para entender los de los demás, por lo que rehúyen de las relaciones interpersonales. En la edad adulta, se camuflan bajo una fachada de falsa seguridad y autosuficiencia, que esconde un sentimiento de rechazo a la intimidad y de búsqueda de soledad.

Estilo ansioso ambivalente

El niño o la niña tiene sentimientos contrapuestos hacia sus cuidadores, siente angustia, falta de confianza e inseguridad hacia ellos. Este estilo de apego se forma porque los cuidadores son poco consistentes en su forma de tratar y relacionarse con el niño o niña. En consecuencia, surge el miedo ante la soledad, pero a su vez también la dificultad de sentirse relajados ante el cuidador. Es por ello que evitan por todos los medios separarse de él y buscan constantemente su aprobación.

Esto conlleva a que en la adultez tiendan a desarrollar dependencia emocional hacia la pareja. Tienen mucho temor a ser abandonadas y también dificultades para establecer una interacción equilibrada con la pareja: a menudo demandan más atención o vinculación que la que ellos son capaces de ofrecer.

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Estilo desorganizado

Es una variante donde se conjugan los apegos evitativo y ansioso. En este caso, es fruto de la negligencia por parte de los cuidadores, a veces extrema: el niño o niña puede llegar a reaccionar con miedo ante la presencia del cuidador. Sus conductas son bastante impredecibles e impulsivas, suelen ir cargadas de ira y de destrucción. No saben cómo gestionar sus emociones y prevalecen las negativas, por lo que fácilmente pueden sentirse desbordados a nivel afectivo. Aunque de adultos parezca que rechacen las relaciones interpersonales, realmente es algo que desean fervientemente, pero por su falta de autoestima y de referentes no pueden abordarlas de forma saludable.

Cabe decir que estos estilos de apego con las figuras de referencia, a pesar de forjar nuestros “cimientos”, pueden malearse para hacerse más adaptativos. Para ello, es imprescindible, en primer lugar, tomar conciencia de cuáles son las circunstancias personales y los antecedentes familiares (¿Cómo te marcaron de pequeño los conflictos? ¿Cómo era la relación entre tus padres y contigo? ¿Existía afecto a tu alrededor?). Esto permitirá identificar los patrones de conducta nocivos y, a partir de aquí, aprender qué pensamientos y conductas favorables pueden incorporarse para conseguir una interacción más saludable con el entorno y con las personas significativas. 

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