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Los beneficios de no hacer nada

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No hacer nada, disfrutar de ello y beneficiarse de sus bondades no es algo tan sencillo. A los italianos se les conoce como los reyes del “dolce far niente”, del disfrute del verdadero placer que aporta el no hacer nada. Y lo cierto es que quizás eso tenga algo que ver con el relevante dato que afirma que el pueblo italiano es uno de los más longevos del mundo.

Las sociedades en las que vivimos nos empujan al remolino de las interminables jornadas laborales. Tampoco ayudan mucho las tendencias que triunfan en las redes sociales como el #Hustle o el #multitasking. Ambas defienden este estilo de vida ajetreado, repleto de actividades diversas que, al fin y al cabo, solo nos restan tiempo de descanso. Lo malo de estas tendencias es que nos empujan a formarnos la falsa concepción de que no hacer nada es un sinónimo de holgazanear. Pero la verdad es que una inactividad consciente puede ser muy enriquecedora.

Existen estudios realizados por la Universidad de California que demuestran el aumento de creatividad que se sucede de un periodo de tiempo o actividades muy monótonas y aburridas. Eso es algo que muy frecuentemente podemos observar en los niños. Muchas veces, de las tardes más aburridas terminan desarrollándose las jornadas de juegos más divertidas.

También en la filosofía oriental taoísta existe un concepto que hace referencia a la inacción. Se trata del “wu wei” y consiste en dejar que algunas situaciones se resuelvan por propia inercia. Es decir, observar las circunstancias y adaptarse a ellas in forzar de más la situación. 

Lo fundamental para lograr un correcto equilibrio entre la relajación y la tensión en nuestro día a día es incluir siempre pequeños espacios de tiempo para descansar. Y sí, es mucho más común de lo que parece, el hecho de planificar el tiempo para el relax. Es importante que este tiempo lo guardes de manera constante, un ratito cada día, y lo hagas de forma consciente. Debe convertirse en un momento en el que disfrutes de no estar haciendo nada. Incluso, si te atreves, puedes regalarte una pequeña sesión de meditación o mindfulness.

Del mismo modo, es también muy necesario que reserves algunos días al año para desconectar de todo y reconectar contigo misma. El mar, la montaña y la naturaleza en general, suelen ser las mejores aliadas para estos tiempos de relajación.

Y ¡un último consejo! Cuando te encuentres sometida a un periodo de máximo estrés en el que sientas que no vas a llegar a todo, frena.  Pulsa pausa, respira y date unos minutos antes de enfrascarte en una vorágine de la que no vayas a poder salir. De este modo, no solo aprenderás a gestionar las situaciones, sino también a mimarte y a entenderte a ti misma.

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