Lapin

Lejos de las actuales fotografías o selfies, los cuadernos de viaje han sido desde hace siglos la herramienta para plasmar travesías y culturas. El dibujante Lapin es un ejemplo de cómo esa práctica sigue viva en la actualidad; desde su infancia ha traducido su curiosidad en dibujos, y su casa es el museo de su trayectoria artística.
Trazadas con rotulador, sus obras muestran naturalidad, dinamismo y una fuerza que se asemeja a la caricatura. Los colores de sus acuarelas le otorgan un estilo muy personal, que le da cierto aire nostálgico, propio del Renacimiento. Esa estética que a priori puede parecer que requiere grandes materiales, para Lapin se traduce en un sencillo y ligero kit: un taburete plegable, un cinturón lleno de pinceles, rotuladores waterproof, gouaches, ceras y acuarelas. Lo más importante, sus cuadernos, son viejas libretas de contabilidad con líneas azules que encuentra en los mercadillos. Su regla de oro es llevar un par consigo, una pequeña para garabatear en el metro, y una más grande para un trabajo más elaborado.
Su propósito es que las libretas cobren vida y, para ello, Lapin fusiona los detalles más característicos y cotidianos con los paisajes que a su juicio definen más la esencia del lugar –huyendo del típico monumento turístico-. Su musa en todos los viajes es la gente y sus miradas: los ojos inspiran el retrato y, a partir de allí, la perspectiva se amplía logrando captar el significado de todo.
Este dibujante francés afincado en Barcelona viaja por todo el mundo y, de sus travesías, ha publicado varios sketchbooks entre los que destacan “Cuadernos de Cuba”, “Modernisme beyond Gaudí”, “Lapin au Japon”, o su último trabajo “Paris, je t’aime”. También podemos encontrar sus ilustraciones en magazines, packaging o expuestas en galerías de Nueva York, Paris o Frankfurt, dónde se exhiben algunas de sus últimas obras.