Alimentos y emociones: ¿cómo están relacionados?

Efectivamente, entre alimentos y emociones existe una relación estrecha, hasta el punto de que al intestino se le conoce como segundo cerebro. 

Ciertamente, lo que comemos puede depender de nuestro estado anímico, del mismo modo que nuestra dieta puede influir en nuestro nivel emocional. Pero ¿cómo están relacionados los alimentos y emociones? A continuación, lo analizamos. 

¿Cómo influyen los alimentos y emociones?

El organismo necesita los nutrientes que le aporta la comida para funcionar correctamente, pero el acto de comer es placentero. Sin ir más lejos, cuando nos sentimos cansados, sentimos la necesidad de alimentarnos, igual que comemos para sentirnos bien cuando estamos nerviosos o tenemos algún problema emocional que resolver.  

Pero hay una estrecha relación entre los alimentos y emociones. Y es que existen alimentos, como las nueces, el plátano o el chocolate, que poseen triptófano, un aminoácido que potencia la liberación de serotonina, clave para relajarnos y hacernos sentir contentos. Es lo que se llama alimentación emocional, pues comemos para disfrutar de un momento placentero que nos haga ser felices. 

Ahora bien, tampoco conviene abusar y comer chocolate cada vez que nos sintamos tristes, cansados, preocupados o enfadados. De hecho, en estas ocasiones, nuestro cuerpo nos pide ingerir alimentos grasos, lo que puede acarrear la aparición de ciertas enfermedades.  

En algunas personas sucede justo lo contrario, es decir, si están tristes o nerviosas son incapaces de comer y hacerlo les sienta mal. En este caso, las emociones pueden terminar provocando el síndrome de intestino irritable, algo que condiciona nuestra dieta y nuestra vida. 

Apuesta por una dieta equilibrada

No cabe duda de que alimentos y emociones están conectados. Dado que las terminaciones nerviosas del intestino llegan al cerebro, llevar una dieta sana y equilibrada nos ayuda a sentirnos anímicamente bien. Por tanto, llevar una dieta de calidad nos servirá para controlar mejor las emociones al mismo tiempo que evitamos la aparición de patologías intestinales. 

Del mismo modo, una alimentación poco saludable puede aumentar las posibilidades de sufrir depresión. Incluso una dieta baja en antioxidantes y nutrientes, y alta en grasas trans puede alterar nuestro estado emocional. 

La comida influye en nuestras emociones, pero también sucede al contrario. Por esa razón, debemos apostar por el equilibrio, de forma que la alimentación no sea siempre la consecuencia de nuestro estado anímico, sino que forme parte de una función esencial del organismo. 

Debemos pensar que la solución no consiste únicamente en comer para quitarnos esa angustia, porque será algo pasajero. Además, siempre es posible recurrir a otras actividades como hacer deporte, hablar con un amigo o ver una película. Comer un pastel es un capricho que podemos permitirnos de vez en cuando, lo que hay que evitar es hacerlo cada vez que sintamos una emoción porque puede convertirse en obesidad.

Ahora ya conoces la relación entre alimentos y emociones, por lo que puedes apostar por unos hábitos más saludables.